miércoles, 16 de julio de 2014

ANDRÉS AVELINO CÁCERES




ANDRES AVELINO CÁCERES:

Andrés Avelino Cáceres estudiaba en un colegio de su tierra natal cuando en mayo de 1854 lo visitó Ramón Castilla, caudillo que se había sublevado contra el gobierno de José Rufino Echenique, liderando a la facción liberal. El joven Cáceres se vio atraído por la figura del caudillo tarapaqueño y por los principios liberales, por lo que dejó de estudiar para convertirse en cadete del batallón Ayacucho, que estaba formando el general Fermín del Castillo.
Bajo sus órdenes, Cáceres libró en Lima la batalla de La Palma, en la fue derrotado. Por su participación fue ascendido a subteniente y muy pronto a teniente graduado y efectivo. Intervino nuevamente apoyando la causa de Castilla contra la revolución de Manuel Ignacio de Vivanco en Arequipa. Combatió en Yumina y Bellavista, y participó en el asalto de Arequipa, por lo cual fue ascendido a capitán. En la toma de la ciudad recibió una herida bajo el ojo izquierdo que, felizmente, no le comprometió la vista.
Cuando se dio el conflicto con el Ecuador entre 1859 y 1860, Cáceres, que estaba aún convaleciente por las heridas recibidas en su última campaña, acudió a la defensa de la frontera. Luego fue enviado por el presidente Castilla a Francia, como adjunto militar a la Legación peruana en París, para curarse viejas y nuevas heridas, volviendo al país en 1862. Se integró entonces al batallón Pichincha en Huancayo.
Al producirse los acontecimientos que llevaron a la guerra con España, Cáceres se opuso firmemente a la actitud, que consideraba pasiva, del gobierno de Juan Antonio Pezet frente a la ocupación de las Islas Chincha por la Expedición Científica Española. Por su dura crítica al gobierno fue apresado y desterrado con otros oficiales, que lograron huir a Mollendo. Los prófugos se unieron a la llamada Revolución restauradora del honor nacional, que Mariano Ignacio Prado lideraba contra Juan Antonio Pezet y el claudicante Tratado Vivanco-Pareja, que aceptaba las condiciones de la Armada española. Cáceres apoyó el golpe de Estado de Prado, participando en la ocupación de Lima. Con Prado en el poder, fue ascendido e intervino en el llamado Combate del Callao o del 2 de mayo de 1866, donde fue vencida la Armada española, que se retiró a la Isla San Lorenzo, para luego abandonar el Perú.
Después de estos hechos, Andrés Avelino Cáceres solicitó su retiro y entre 1868 y 1872 se dedicó a la agricultura en la tierra que lo vio nacer. En 1872 se opuso al intento de golpe de Estado de los hermanos Gutiérrez contra el que se convertiría en el primer presidente civil, Manuel Pardo Lavalle. El líder del Partido Civil le otorgó la jefatura del batallón Zepita, que Cáceres aceptó gustoso. Tuvo que apagar un conato de rebelión que surgió en sus filas y marchó a Tarma y Chanchamayo para completar la formación de sus hombres. Participó contra la rebelión de Nicolás de Piérola en Moquegua, batiéndolo en el Alto de los Ángeles; tras esta acción fue promovido a coronel graduado. Fue elegido Prefecto del Cuzco en 1877, sin abandonar sus obligaciones militares al frente del batallón Zepita.
La Guerra del Pacífico
Desempeñando este cargo se inició la Guerra del Pacífico (1879-1883), que enfrentó a Perú y Bolivia contra Chile por el control de la región situada al norte del desierto de Atacama, muy rica en salitre. Andrés Avelino Cáceres tuvo que dirigirse al sur en la II División, peleando en la Campaña de Tarapacá, las batallas de San Francisco (19/11/1879) y Tarapacá (27/11/1789). En esta última fue donde Andrés Avelino Cáceres tuvo una destacada actuación cuando logró tomar los cerros, haciendo retroceder a las tropas chilenas, que se vieron obligadas a abandonar sus cañones Krup. Si bien Tarapacá fue defendida gracias a la destreza de Cáceres, fue una victoria provisional, ya que el ejército peruano debió retroceder, dejando el territorio salitrero al enemigo.
Cáceres colaboró en la reorganización del Ejército del Sur para su concentración en Tacna junto con las tropas bolivianas al mando del nuevo presidente de Bolivia, Narciso Campero, que sucedía a Hilarión Daza, depuesto a finales de 1879. En Perú también se había dado una crisis política: el nuevo presidente era Nicolás de Piérola, que había derrocado por esas mismas fechas a Mariano Ignacio Prado. En ese contexto se dio la Campaña de Tacna, en la que intervino Cáceres, demostrando gran valor en el Alto de la Alianza (26/5/1880). Luego, el caudillo se dirigió a la capital, a la que arribó en agosto de 1880. Fue nombrado Comandante General de la V División del Ejército del Centro y partió a Huaral para concluir el entrenamiento del ejército de reserva.
Como coronel efectivo participó en la Campaña de Lima, la cual fue organizada personalmente por Nicolás de Piérola; poco dotado como estratega, Piérola ordenó formar dos líneas defensivas demasiado extensas: la de San Juan, compuesta por trincheras y que iba desde el Morro Solar hasta Monterrico chico, y la de Miraflores, que era la línea de reductos, que iba desde Armendáriz hasta camino a Chosica. Las tropas chilenas, al mando de Manuel Baquedano, desembarcaron en Pisco y Curayacu, tres millas al norte de Chilca, llegando a Lima por el Morro Solar, que estaba siendo defendido por Miguel Iglesias, el cual se vio obligado a retroceder ante la presión de las fuerzas chilenas. Cáceres participó en la fracasada batalla, teniendo que retirarse a Chorrillos con lo que le restaba de sus hombres en orden, luego de haber sufrido fuertes pérdidas.
Después de la derrota de San Juan, el 13 de enero de 1881, las tropas chilenas incendiaron Chorrillos y Barranco. Aprovechando la borrachera, Cáceres quería algunos soldados para atacar por sorpresa a los chilenos, pero Piérola se negó. El 15 de enero el ejército chileno rompía la línea de Miraflores, donde Cáceres luchó denodadamente, sufriendo la perforación de su fémur derecho. Acudió a un puesto ambulatorio en San Carlos, y fue escondido por los jesuitas en la celda del padre superior del Convento de San Pedro; dos días después la capital del Perú quedaba en manos de los chilenos. Estaba todavía en convalecencia cuando, el 15 de abril de 1881, huyó de Lima, temiendo ser hallado en las pesquisas que hacían las tropas chilenas. Marchó a Jauja y fue nombrado jefe político y militar de los departamentos del Centro.
La ocupación chilena
Con la caída de Lima el 17 de enero de 1881 se iniciaba la ocupación chilena (1881-1883), que obligó al gobierno peruano a refugiarse en las tierras altas. Cáceres organizó sus montoneras en el Valle del Mantaro, en la Sierra Central, y estableció su cuartel general en Matucana. Fue ascendido a general en agosto de 1881. Luego reubicó su cuartel en Chosica, pero no por mucho tiempo. Le fue ofrecida la presidencia en 1881, que no aceptó para no crear más divisiones. Las principales batallas de la Campaña de la Breña se dieron en Pucará el 2 de febrero de 1882; nuevamente en Pucará, Marcavalle y Concepción el 9 de julio de 1882; y en Huamachuco el 10 de julio de 1883.
Esta última fue la única derrota considerable que sufrió el líder, pues los demás encuentros fueron victorias de Cáceres, que hasta hoy se recuerdan y rememoran a través del folklore popular de la región. Por sus destrezas en la lucha, Cáceres se ganó el apelativo de El Brujo de los Andes. La exitosa Campaña de la Breña duró hasta que el caudillo del Norte, Miguel Iglesias, dio el Grito de Montán desde su hacienda en Cajamarca para poner fin a la guerra. Una asamblea nombró a Miguel Iglesias Presidente Regenerador del Perú y lo facultó para negociar un tratado con Chile. Ello llevó a la firma del Tratado de Ancón de 1883, al que Cáceres se opuso.



ALFONSO UGARTE


ALFONSO UGARTE:

Alfonso Ugarte nació en la ciudad de Iquique en la Provincia de Tarapacá, el 13 de julio de 1847. Sus padres fueron Narciso Ugarte y Rosa Vernal Carpio. Perteneciente a una familia de acaudalados comerciantes, estudió en su ciudad natal y en Valparaíso, donde se graduó de contador. En 1876 regresó a Iquique; trabajó administrando las empresas salitreras de su familia, y en el sector público llegó a ser Alcalde y miembro de la Beneficencia de dicha ciudad.

Al inicio de la Guerra del Pacífico, Ugarte, quien se encontraba pronto a viajar a Europa por asuntos de negocios de la firmaUgarte Zeballos y Compañía que él mismo había creado, decidió quedarse en su ciudad natal para contribuir personalmente a su defensa. Organizó un batallón con su propio dinero, batallón integrado por obreros y artesanos de Iquique. Este batallón fue nombrado como el Batallón "Iqu-

ique N° 1", conformado por 429 soldados y 36 oficiales, cuyo mando asumió. Hizo testamento y dejó constancia que aplazaba su matrimonio con su prima Timotea Vernal.

Participó en la Batalla de San Francisco o Dolores y en la Batalla de Tarapacá. En esta última, tras poner en fuga a la caballería chilena con el fuego de su batallón, fue herido de bala en la cabeza, no obstante lo cual, siguió combatiendo y recorrió el campo para evitar que se cometiera el repase de los caídos. Tras la victoria se negó a ser conducido a Arequipa para su curación. Tampoco cuando contrajo el paludismo quiso pedir licencia por salud. Se replegó junto con el ejército peruano y la población tarapaqueña hacia Arica.

MUERTE HEROICA EN LA BATALLA DE ARICA
En la plaza de Arica asumió como Comandante de la Octava División del Ejército del Sur y participó en las dos Juntas de Guerra que realizó el coronel EP Bolognesi donde se tomó el acuerdo de defender la plaza "hasta quemar el último cartucho".
Murió combatiendo denodadamente en la batalla de Arica, lo que es de admirar tratándose de un civil y no de un militar de oficio. La historia popular señala que se lanzó montado en su caballo blanco desde la cima del Morro, llevando consigo el Pabellón Nacional, para evitar que el enemigo lo tomara como trofeo, muriendo estrellado entre las rocas. Esta versión circuló desde muy temprano, tal como se puede leer en la edición del diario limeño La Patria del 21 de junio de 1880:
El último acto de la corta pero interesante carrera de Alfonso Ugarte revela cuanto era capaz esa alma verdaderamente grande. Acosado por innumerables enemigos, vencido ya en la cumbre del Morro histórico, presenciando la mutilación de los caídos, la profanación de esas reliquias sagradas del heroísmo, quiso sustraerse a las manos enemigas y clavando las espuelas en los ijares de su caballo, se lanzó al espacio desde aquella inmensa altura para caer despedazado sobre las rocas de la orilla del mar.
Este testimonio debió ser transmitido por testigos oculares y se dice también que durante muchos días quedo a la vista la osamenta de un caballo desbarrancado al pie del morro. El historiador Clements R. Markham consigna también esta versión en su obra histórica sobre la guerra del Pacífico. Sin embargo, si bien en los partes peruanos sobre la batalla de Arica se menciona a Ugarte como uno de los caídos en el morro al lado del coronel Bolognesi, en ninguno de ellos se habla de su lanzamiento al mar a caballo. Tampoco las fuentes chilenas hablan sobre ello. No obstante, se debe tener en cuenta que por entonces no se acostumbraba en los partes a dar detalle de la forma de la muerte de un combatiente.
Esta versión de la muerte del héroe (para algunos sumamente idealizada), termina coronándose con la afirmación de que su cadáver no llegó a ser recuperado, a pesar de la generosa recompensa que ofreció su familia, residente en la ciudad de Lima por causa del conflicto, por este hallazgo.
Sin embargo, está certificado que su cadáver si fue hallado, tal como lo consignó el párroco de Arica, José Diego Chávez, en el libro de entierros, con fecha del 15 de junio de 1880, siendo colocado el cuerpo en un nicho del panteón local. Dicho párroco señala también que el cadáver fue hallado al pie del Morro.
El cuerpo identificado como el del coronel Alfonso Ugarte fue traído a Lima en 1890, junto con los restos de otros combatientes caídos en la guerra. En la edición del diario limeño El Comercio del 10 de julio de 1890, se menciona que antes de la repatriación, su cajón fue abierto en Arica y “se encontraron fracciones del cuerpo y un calcetín de hilo con la marca de su nombre”. Un grupo de ilustres tarapaqueños llevaron los restos en fúnebre cortejo hasta el mausoleo del mariscal Castilla.
Años más tarde sus restos fueron depositados en el mausoleo familiar que había construido su madre en el cementerio de Lima. Posteriormente fue trasladado a la Cripta de los Héroes de la Guerra de 1879 en el Cementerio Presbítero Maestro, y allí reposa actualmente, en el tercer nivel, dentro de un sarcófago.
Intentando dilucidar la controversia sobre el cadáver del héroe, Geraldo Arosamena Garland logró en 1979 – en su calidad de presidente del Centro de Estudios Histórico-Militares del Perú – la autorización de abrir la supuesta tumba de Alfonso Ugarte, encontrando, efectivamente, sus restos y parte de su uniforme envueltos en una bandera peruana. Estaban en buen estado, sobre todo el cráneo y la cara.